Entrevista a Iván Zulueta en Rockdelux (2004)

 Rockdelux 20 aniversario

El número especial 20 aniversario de la revista Rockdelux (noviembre de 2004) contenía, entre otras muchas cosas, varios listados dedicados a lo mejor de la música y cine españoles del s. XX. En el apartado cinematográfico, Arrebato se alzaba con el número uno, batiendo a filmes tan notables como Viridiana (Luis Buñuel), El verdugo (Luis G. Berlanga), Campanadas a medianoche (Orson Welles), o La torre de los siete jorobados (Edgar Neville). La ocasión merecía un encuentro a fondo, y así fue. A continuación citamos la extensa entrevista (seis páginas) que Ricardo Aldarondo mantuvo con Iván Zulueta, una de las más reveladoras que se han publicado, y que fue acompañada de fotografías de Javier Aramburu. En ella se mencionan detalles poco conocidos de la factura de Arrebato, la incapacidad de Zulueta por retomar su carrera y otras cuestiones igualmente interesantes…

Iván Zulueta. En los límites de la pausa.

Dime, ¿cuánto tiempo te podías llegar a pasar mirando este cromo?… ¿Te acuerdas?… ¿Y éste?… ¿Y esta orla?… ¿Y esta página?… ¡Años, siglos… Toda una mañana! Imposible saberlo, estabas en plena fuga… éxtasis… colgado en plena pausa… ¡ARREBATADO! ¡MIRA!

(Del guión de «Arrebato»)

Iván Zulueta en San Sebastián (2004)

Iván Zulueta en San Sebastián (2004). © Javier Aramburu

En 1957, Antonio de Zulueta, padre de Iván, dirige por primera vez el Festival de Cine de San Sebastián. Al año siguiente, lleva a Alfred Hitchcock al certamen. Iván consigue darle la mano al director de la que sigue siendo su película favorita, «Psicosis». En 1980, Iván Zulueta (San Sebastián, 1943) presenta «Arrebato» en el festival. En 1997 vuelve a proyectarse la película en la sección «Una larga ausencia», un título donde encajaba a la perfección. Pero Iván no está en la sala. En 2004, el ciclo «Incorrect@s» justifica de sobra volver a programar «Arrebato» en San Sebastián. Las salas se llenan, se programa un pase extra a demanda del público. Y esta vez, sí, Iván Zulueta sale a escena y habla abiertamente con los espectadores, como veinticuatro años atrás.

La casa familiar donde se refugió Iván Zulueta (lleva años sin salir) tiene un manto protector de enredadera puramente timburtoniano. Es el escondite, o el lugar donde encontrarse y protegerse de las inseguridades. Han pasado casi veinticinco años, y el bajón post-«Arrebato» tiene sombra alargada, pero el jardín invadido por la vegetación está soleado.

El perro Bongo celebra la llegada de los visitantes. Iván recibe en batín, y con su hablar dicharachero y su permanente humor desmonta cualquier mito de hombre oscuro y distante. Mientras tanto…

Will More e Iván Zulueta (1979)

Will More recibiendo instrucciones de Iván Zulueta durante el rodaje de Arrebato (1979)

«Arrebato» en el número 1 de Rockdelux. ¿Qué sensación te produce? Hombre, un reconocimiento así, pues me encanta, qué te voy a decir… Es un gustazo, aunque me parece una locura que haya sido elegida la mejor. «Arrebato» se estrenó un año en Barcelona y otro en Madrid, y esa circunstancia hizo que no pudiera recibir el premio de la revista ‘Fotogramas’ porque los votos de los públicos de las dos ciudades no sumaron, y eso me jodió. Vosotros me quitáis la espina con esto. Ahora ha pasado de ser una película rara a una de culto… y finalmente premiada.

Recuerdo cuando la presentaste junto a Will More en una sesión del Festival de Cine de San Sebastián en 1980. La sala estaba bastante llena, y creo que todos los que estábamos allí nos quedamos atrapados por esa rara fascinación que ejerce la película, aunque no hubiéramos visto tus anteriores trabajos, porque lo tuyo era entonces muy underground Sí, pero luego, cuando se comercializó, ya empezaron a torcerse las cosas. Se estrenó en el cine Azul de Madrid, y fue un fallo porque, aunque era un cine con cierto espíritu cinèfilo —había estado muchos meses «Secretos de un matrimonio» de Bergman, por ejemplo—, llevaba una racha de estrenar películas más modestas que las quitaban enseguida y no daban tiempo a que funcionaran.

¿Crees que la película se adelantó a su tiempo y por eso no funcionó? No creo que fuera eso. Tuvo buenas críticas de Ramón Gómez Redondo o Ángel Fernández Santos, pero una película que desaparece enseguida de la cartelera y después no hay forma de verla durante muchos años…

«Arrebato» no surgió de la nada. En los cortometrajes que habías realizado antes ya se pueden rastrear elementos que reaparecen luego en el largo. En el corto «Leo es pardo», que ya produjo Augusto Martínez Torres, experimentamos con la idea de hacer una película barata que sólo costase lo que cuesta el celuloide. Yo tenía varias historias, y la de «Arrebato» partía simplemente de un señor que se filmaba mientras dormía. Escribí el guión a todo correr, viendo que había posibilidades de que alguien la produjera. Yo quería que alguien le metiera mano a la historia para pulirla. Entonces se la di a Antonio Gasset —actualmente director y presentador del programa ‘Días de cine’ en La 2— y también a otra gente, pero nadie se metía a fondo con ella. Yo hubiese tocado más el guión antes de empezar la película, pero había que aprovechar la oportunidad de empezar a rodar.

¿Pero tenías ganas de hacer un largometraje, con una historia y un sistema de producción más o menos normal, diez años después de «Un, dos, tres, al escondite inglés», tu primera película? Sí, tenía un cierto hartazgo del súper 8, que ya no me llevaba a más, y quería trabajar con actores. Mi obsesión el día del estreno era preguntar si los personajes eran creíbles. Por otra parte, hacía aún poco tiempo que había desaparecido la censura. Hasta entonces, todas las ideas que se me ocurrían eran imposibles de hacer; y cuando vi la posibilidad de hacer lo que me diera la gana, quise aprovecharla. Recuerdo que durante bastante tiempo le pasaba a José Luis Borau algunas ideas enloquecidas, pero él no terminaba de lanzarse al disparate, quería películas más serias.

Iván Zulueta en San Sebastián (2004)

Iván Zulueta en San Sebastián (2004). © Javier Aramburu

¿Te acuerdas de alguno de aquellos disparates? Sí, tengo por ahí varias de esas historias. Por ejemplo, «Los Lelos: aventuras de Lola Lela y Lolo Lelo», que ahora sería perfecta porque era sobre un matrimonio de artistas en decadencia que se inventan un hijo retrasado para poder salir en la prensa y sacar dinero. Pasaban por todas las televisiones paseando al hijo hasta que tenían un éxito monstruoso. Y al final acababan teniendo otro hijo pequeñito, de tamaño diminuto, quiero decir. Se mezclaban los «deshabillés» de ella con una especie de religiosidad… era todo muy disparatado. También había otra historia sobre un miembro de la Operación Plus Ultra, una parodia que iba a hacer Javier Gurruchaga. Y una de Blancanieves y los siete enanitos mezclada con terroristas… un disparate total. Pero, claro, no había manera de que salieran adelante.

El hecho de que fuera una producción barata y de que no pulieras el guión tanto como querías ¿provocó cierta improvisación durante el rodaje de «Arrebato»? No, la película estaba toda muy planificada. Yo sabía lo que quería hacer en cada momento, y si una escena llevaba un travelín, por ejemplo, estaba perfectamente previsto precisamente para tenerlo alquilado sólo el tiempo necesario.

¿Cómo contactaste con Will More? Will More estaba ahí en ese momento, cuando yo hacía cortos. Era un personaje en sí mismo, un delirio constante… Las cosas más absurdas que contaba eran las más ciertas. Sólo él podía hacer ese papel. Era increíble verle con ese abrigo, y la mirada que tenía. La primera escena de «Arrebato» que rodamos fue ésa en que Will More está filmando las nubes y correteando alrededor de la cámara. Era un escena que yo tenía clarísima: Will More dando saltitos de felicidad mientras filmaba.

Iván Zulueta en la década de los 80

Iván Zulueta en los 80. © Alberto García-Alix (no acreditada en el original).

Esa fascinación por el objeto, por el momento mágico de arrebato que puede ocurrir con la cámara o con los cromos, es una de las claves de la película, una fascinación que viene de la infancia… Sí, es esa cosa que te ocurre de niño, cuando te quedas enganchado con todo. Durante la infancia las cosas parecen más maravillosas, no sé si porque lo ves todo desde abajo. Esa fascinación por los cromos, por los tebeos… La colección de cromos de «Las minas del Rey Salomón» que se ve es la mía; en principio, quería usar la de «Peter Pan», aunque era quizá más evidente como referencia. De hecho, las tenía todas en el rodaje, pero no sé qué pasó con la de «Peter Pan» que desapareció en el momento de rodar, y finalmente utilicé la de «Las minas del Rey Salomón». Que, por cierto, es otra película maravillosa. No se trataba de mostrar un cromo en concreto, sino el objeto en sí mismo que condensa una serie de cosas que te fascinan. Supongo que nadie quiere crecer; a todo el mundo le pasa, y a mí también, claro. A esta edad me doy cuenta de que sigo sin estar preparado para nada…

La propia película ejerce esa fascinación sobre el espectador… Veo que sí. Con los años sigue viniendo gente joven que ve la película y que me dice que ha sido un descubrimiento y todo eso. Igual porque siempre he trabajado de una forma muy lúdica, jugando con las cosas, probando con las instrucciones de la cámara, usando lo que tenía a mi alrededor. Yo tengo una especie de fe en el cine como forma de plasmar todo lo que vas absorbiendo.

En casi todos los personajes y situaciones se reconocen cosas tuyas… ¿De verdad? Supongo que es irremediable.

En los juegos de palabras de los cortometrajes, en cierto humor disparatado o en la presencia del sexo y de las drogas también se puede ver un precedente claro de Almodóvar. Bueno, «Arrebato» y «Pepi, Lucí, Bom y otras chicas del montón» se rodaron casi a la vez, y Pedro y yo nos hemos reído mucho juntos. Él dobló con su voz a Helena Fernán-Gómez, porque se decidió que ella hiciera el papel poco antes de rodar; yo la conocí entonces y no había manera de que se aprendiera las frases. Almodóvar; quien se solía pasar por el rodaje y la sala de montaje cuando todavía trabajaba en Telefónica, acabó doblándola tratando de que encajaran los diálogos. Al final el personaje quedó más cómico de lo que yo pretendía.

¿Y qué fue de Will More? Está en Sudamérica desde hace muchos años. Parece que no ha estado bien de salud, pero ahora por lo menos está bien atendido. Interpretó un papel muy secundario en una película de Stephen Frears, «La venganza» («The Hit», 1984).

Iván Zulueta en San Sebastián (2004)

Iván Zulueta en San Sebastián (2004). © Javier Aramburu

¿Qué papel tenían las drogas en aquel momento? Estaban muy presentes, claro, en la película y en la vida real, porque siempre he tenido un interés especialísimo por las drogas, incluso antes de que las tuviera a mi alcance. Se suponía que había otro mundo, y yo quería saber. Y fue un descubrimiento total. Yo a la heroína llegué muy tarde; de alguna manera, lo programé. Todo el mundo está aterrado con que un chaval de 15 años se desvíe hacia las drogas y le pase algo. Evidentemente, nadie quiere eso, pero para un adulto las drogas son una elección personal. Estoy de acuerdo en eso de que las drogas son aliadas nuestras; hay que saber entrar, hay que saber enfocar, y te puedes pegar mil hostias, claro. Simplemente, son lo que son. Yo, por ejemplo, no bebo. Nunca he bebido; me sienta fatal y no me gusta nada. Pero que un señor de 60 años como yo tenga que estar todavía como mendigando… Que me pongan en la sección donde ya no haya que plantear todo esto, por favor. Además, yo me he parado no por las drogas, sino por la «ausencia de», y con eso no quiero decir que haya que tomar drogas. En «Arrebato» estaba clarísimo que yo no iba a poder hacer otra película porque algunos estábamos descubriendo el cuelgue, el terrible cuelgue, la adicción. De alguna manera, yo tenía clarísimo que eso no iba a acabar bien porque es imposible mantenerte en la heroína; es un tabú y como tal trae mil problemas. Pero en aquel momento estaba concentrado en ello, en condiciones magníficas, sin pensar en lo que podía venir después. No podría haberla hecho en otras condiciones.

¿Y en la película? El personaje de Will More ha conocido las drogas y con ellas ha crecido en un sitio perdido de este mundo. Cuando Marta da la vuelta al cuadro y saca una papelina, la idea era que ella guardaba droga en la finca y la usaba cuando iba por allí; así la controlaba. Y eso también le provocaba una complicidad con su primo. El personaje de Eusebio Poncela, supongo que por ramalazo mío, quiere dejarlo como sea, porque realmente la parte coñazo de las drogas es muy coñazo: la obtención, la ruina que supone y todo eso. El personaje más positivo en ese sentido es el de Cecilia Roth porque conoce sus limitaciones. Al final mira la cucharita para hacerse otro pico, pero controla y está más con los pies en la tierra.

¿En aquel momento sentiste que la película había quedado como querías? No creo, no. Era un sufrimiento verla. Le debe de pasar a todo el mundo, pero a mí más, me parece. Pensaba que todo estaba mal. La escena que más me sigue gustando es la de la Betty Boop, aunque dramáticamente no implica mucho en la película. Me lleva directamente al rodaje, me hace recordarlo con todos los poros. La escena se rodó un sábado por la mañana, como en familia. Fue tan maravilloso el rodaje y lo pasamos tan bien, a pesar de que yo me agobiaba mucho pensando que estaba quedando todo fatal… Hace poco me llamó Marta Fernández Muro y nos pusimos a recordar cosas. Empezamos a hablar de la colcha de dibujos con que se tapaba Will More… y nos pusimos a llorar los dos, hasta el punto de que tuvimos que colgar y llamarnos de nuevo más tarde. Eusebio y Cecilia han recordado más de una vez que esa escena de la canción fue algo mágico. Soy muy feliz viendo esa escena.

¿Al rodarla te dejaste llevar por la magia del momento? No creas, porque la habitación era tan pequeña que el travelín y la planificación tenían que ser muy determinados; no daba para más. Yo es que quisiera hacer un musical, sigo queriéndolo. Lo que más escalofríos me produce, lo que más me motiva del mundo, es un buen musical aunque sea de serie B; basta con que tenga un momento maravilloso. Bueno, los actuales no me gustan demasiado; y los antiguos… me gustaría descubrir alguno, pero creo que ya me los conozco todos.

¿La idea del cine como vampiro y los elementos que aluden al cine de terror eran muy conscientes a la hora de elaborar el guión? Hombre, los vampiros siempre han estado ahí pero no sé si quería presentar el cine como un vampiro… En realidad, Will More simplemente se queda tan ricamente dormido mientras le filma la cámara. «Arrebato» tiene un claro componente de cine terror, porque al hacer el guión yo pretendía tocar todo lo que me gustaba.

La música de sintetizador parece ahora como de John Carpenter. ¿Ah, sí? Pues fue simplemente que como no había presupuesto para un músico, y tampoco me gustaban las músicas que se hacían entonces para el cine, la hice yo mismo, subiendo de grave a agudo y poco más. Luego hay una canción de Negativo, el grupo donde estaba mi hermano Borja, y también algo de Wagner, que, además de que me parecía fundamental para la película, utilizándolo evitaba que nadie pudiera pedirme derechos de autor por la grabación. Si la hubiera hecho ahora, habría llamado a Alberto Iglesias, que sería perfecto.

¿Qué tiene que ocurrir para que vuelvas a hacer cine? El problema soy yo, evidentemente, que he ido a parar a una vida enclaustrada. El parón vino fundamentalmente por una serie de cosas con las que yo no iba a poder estar, y eso se ha extendido a lo largo del tiempo. Y tiene que ver con las drogas, por supuesto. Ahora vivo con la metadona, desde hace diez años, y ya estoy completamente harto. Se supone que con la metadona unos salen adelante y otros no, y parece que yo estoy en la lista de los que no. Y no tengo muy claro qué van a hacer conmigo. Hacer una película es un trabajo de enorme responsabilidad en todos los sentidos para el que yo tengo que estar muy seguro. Estoy muy mayor y soy muy masoca, y he estado mucho tiempo castigándome mirando al pasado y diciéndome eso de «Has hecho cosas y tienes que seguir haciéndolas». He tenido una lucha tremenda con eso. Pero ahora he abandonado un poco y me digo que lo que puedo hacer lo hago, y lo que no… pues calma.

Iván Zulueta en San Sebastián (2004)

Iván Zulueta en San Sebastián (2004). © Javier Aramburu

¿Ves cine actual? Sí, con el DVD veo de todo. De cine español reciente «Soldados de Sala-mina», «Monos como Becky»…

¿Y has pensado cómo encajarías ahora en el cine español? Tendría que ser un poco «outsider», supongo, una vez más. Pero yo es que siempre he aspirado a otra cosa; pretendía hacer cine de género, quería hacer «Arrebato» como algo personal y luego ya un musical, una de terror… Pero, claro, yo para hacer un musical quiero «glamour», quiero piernas, y eso está un poco reñido con la pobreza. Así que tendría que ser algo raro. Pero estoy abierto a todo… Otra cosa es que pueda. De alguna manera, cuando terminé «Arrebato» ya intuí que no iba a hacer nada más; era como si me hubiera vaciado por completo.

¿Y qué cine de hoy te gusta? Me pareció muy interesante «Bailar en la oscuridad» de Lars von Trier; hay que ver cómo es Björk… Y me gustó muchísmo «Elephant» de Gus van Sant. Es algo muy especial; me parece muy raro que le haya salido bien un planteamiento tan difícil. En cambio, el cine oriental me cuesta más. Creo que nunca me he aburrido tanto como con «Dolls» de Takeshi Kitano. También me gustó «El proyecto de la bruja de Blair»; creo que es un invento genial y que está resuelto con tanta honestidad… se ciñe de verdad a lo que hay. Y pasas miedo de verdad. Que se te ocurra eso… qué bien.

¿Cuando hiciste «Arrebato» había alguna película que te motivara así, algún camino señalado por otro que quisieras seguir? No recuerdo ninguna película en concreto. Pero hace poco vi «Nosferatu» de Murnau y me llevé una sorpresa, porque de pronto dije: «¡Qué descaro! La de cosas que he sacado de aquí sin darme cuenta…». En aquella época veía tantísimo cine que no sé de dónde pudieron salir las cosas.

Ahora vemos «Arrebato» y aparecen mil cosas que recuerdan a David Lynch, pero en 1979 él sólo había hecho cortos y «Cabeza borradora», que tú aún no habías podido ver. Se diría que es él quien te ha copiado… Hombre, no te pases… Pero la verdad es que es increíble la cantidad de cosas que tenemos en común. Es esa sensación de que hay alguien al otro lado del mundo con el que hay una conexión alucinante. No me ha pasado con nadie más. Cuando leo cosas que dice, aunque sean pequeñas tonterías, lo siento completamente cercano.

Quizás has sentido alguna vez que se te identifica demasiado con «Arrebato», y que tu faceta de artista gráfico ha quedado eclipsada… No, qué va, en absoluto. El cine está a años luz de todo lo demás. Es que lo que puede producir el cine es algo increíble. Es el gran reto, el desafío. Además, los carteles, con el tiempo, no me gustan tanto; ahí sí que veo fallos. Ahora me gustan más los bocetos que los trabajos terminados. Pero en su momento disfruté mucho porque hacerlos era un sueño desde la infancia.

Deja un comentario

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.