Entrevista a Iván Zulueta en El Europeo (1991)

El europeo n.º 29 (febrero 1991)

Entrevista publicada en el número 29 de la desaparecida revista El Europeo, en febrero de 1991, firmada por Betsy Cramer. Gracias a José Luis Torrelavega de la Filmoteca de Cantabria por enviarnos el material.

Entre la vista y el desparpajo

De lo real a lo soñado, Iván Zulueta pierde su mirada en el deseo imposible de hacer un musical americano. Anhelo olvidado hace mil años cuando creó su Arrebato. Hoy pide huir del lado visual del cine: no le gustan los fuegos de artificio.

Aparece en la puerta de la pizzería debajo de su casa, en la Plaza de España, a la hora en punto, boing boing, suelto, elástico, todo zapatillas, gabardina, mecha canosa y portafolio bajo el brazo. Como si fuera un modelo cotizado, despistado y apurado. Una vitalidad juvenil tipo vasco pero en pálido, con ese morbo particular de la especie urbana cuyo tiempo transcurre en oscuridades iluminadas por pantallas. Sus facciones y su piel son finas, las de un hombre culto y sensible.

Aparca el portafolio y vamos a darnos la mano; nos miramos, estrechamos nuestras derechas y se nos ocurre a los dos a la vez arropar el apretón con la izquierda. «Eres zurda», medio pregunta, medio afirma. ¿Cómo lo sabes? Zulueta sonríe. Sus manos —puntas de los dedos parcialmente teñidas, uñas gruesas e irregulares— tienen el vigor de un pintor visceral e intuitivo. «No sé». Empieza a hablar a la camarera en la manera veloz que hablan muchos fotógrafos, disparando frases cortas, telegrafiando ideas aparentemente inconexas, mientras me cuenta/enseña cómo la mano flácida que le daba una vez Andy Warhol parecía de ultratumba.

Mira y sonríe con una suave mezcla de timidez, ingenuidad y franqueza. A primera vista los ojos color cantábrico de Iván Zulueta no dan indicios de su extraordinario poder de refracción, de haber transferido en relámpagos, grabado en ácido, plasmado en sangre suya, ternura y humor a celuloide, película y papel, la visión tan terriblemente inquietante y bella de su dueño. Del portafolio saca la versión final y varias pruebas del collage/composición/cartel de polaroids pasados por fotocopiadora que ha realizado para la primera Exposición de Cine Experimental que tendrá lugar durante la feria de ARCO, dentro de la cual habrá un ciclo dedicado a su obra fílmica.

—Eso fue una idea que se abandonó, y luego…, en fin. Bueno, ese es el definitivo. No. espera, es ese. Este fue un primero. Luego había este otro, y luego… No espera, este es el definitivo…, las letras van así, esto olvidarlo. Verlo así (en la pizzería) es fatal. He hecho como trescientos, tengo la casa con miles de fotocopias. El gran problema era (la frase) cine experimental —demasiado largo— pero sólo cine…, así que va la X allí sugeridillo…

Luego enseña el catálogo de los carteles de cine que ha hecho desde 1968, un cuaderno grande lleno de diseños abstractos pintados por él últimamente y otro catálogo dedicado a su filmografía con fotogramas de ARREBATO (1979) y PÁRPADOS (1989) en particular. Un caleidoscopio de imágenes y palabras para ilustrar.

—Claro, yo he dibujado toda la vida, así que tengo muy desarrollado lo óptico, ¿no? Se me da más fácil que lo verbal. Éste es el catálogo de los carteles que también han publicado en Valencia, que está divinamente hecho, desde luego. Ha sido un verdadero regalo, muy bien editado. Y eso es lo último que he pintado y dibujado, cada día dos páginas, los quiero mucho, es que lo disfruté. Pero ahora que he descubierto las polaroids, ya no pinto. Quiero hacer un cómic con polaroids, tengo para arrancar ya. Hay unas independientes, y las que he hecho en secuencias, como cine. Se prestan más para un libro. Un cómic, en realidad. Lo ideal sería un libro de cromos. Pero eso es un sueño. Nunca sospeché, desde luego, que la polaroid me iba a dar tanto juego. Bueno, bueno, ha sido un descubrimiento. Sobre todo por la inmediatez. Lo inmediato, sabes. Una cosa es saberlo, otra es vivirlo. Y luego tiene unas posibilidades técnicas que yo no soñaba. El hecho de poder hacer sobreimpresiones, tienes tiempos de exposición, si quieres, y una calidad y un color asombrosos. Intento manipulaciones; es muy difícil correr bien los colores sin que los ensucies, la emulsión se fija muy rápidamente, si no lo haces rápidamente no lo haces. Me gustan mucho las polaroids con la fotocopiadora. Creo que he probado todas las posibilidades que ofrece el medio, de hecho no sé por qué Polaroid no me esponsoriza. Nunca he tenido alguien que mueva mi obra; yo soy malo para esas cosas. No valgo para eso, me vendo muy mal. Con toda la fama de vago que igual tengo, que para nada porque trabajo una barbaridad, tengo miles y miles de dibujos, polaroids… Ahora sí, me gustaría dar a conocer la cosa. ¿Estás grabando ya?

Sí claro… Durante los últimos meses ha habido varias exposiciones de tu filmografía y obra gráfica por España. Retrospectivas, homenajes…

—Por favor, quítame esa palabra. Es que lo paso realmente mal con esas cosas, me dan apuro, y rodear la cosa con una especie de mitificación no me gusta nada. ¿Por qué ha pasado todo esto? La verdad es que no lo entiendo muy bien. Yo no he tenido nada que ver con todo eso, de verdad, nada, nada, nada, pero de repente las cosas coinciden, y la gente es muy amable hasta que al final y a base de insistir… En realidad, discutir la obra siempre está bien, ¿no? La gente de Alcalá de Henares (festival de cortometrajes) hizo un esfuerzo enorme en el 89 y luego los demás han venido detrás. Creo que es puramente casual, pero pienso que en un momento dado van a decir que todo esto no es verdad, que no es real. Mientras tanto, creo que no hay nada que hacer más que decir gracias. Lo que me alegra mucho es que después de mil años, Arrebato sigue cogiendo nuevos fans.

—¿Dirías, por tus últimas experiencias y lo del nuevo certamen de ARCO, que existe una cierta intención de recuperar y apoyar el cine experimental?

—Espero. Siempre me ha chocado que no se haya exhibido mucho. Cuando llevaba mis Superochos por allí, solía haber proyecciones, aunque hubo que invitar a amiguetes a tomar algo para que entraran a ver la película. Solamente había unos pocos de nosotros, absurdos, pero había. Lo que no había era mucho interés. Se movían con un poco más de interés los catalanes, pero tampoco creas tú que había tanto. Ahora, lo que queda, si lo hay, es un cine underground. No sé si realmente lo hay. No quiero ser pedante, pero se ve que en el país en vez de muchas ganas, pasión y afición para hacer cine, lo que hay es miedo y conformismo. Incluso en el vídeo, que está tirado de barato y fácil. No me lo explico. La otra noche dieron en la tele una película de ocho sketches hechos por chavaIes jovencísimos que ha producido Querejeta. Pero qué tristeza. Ves a los propios directores viendo lo que han hecho y comentado sobre ello. Y casi todos decían que no van a volver a hacer cine. Dicho por ellos.

—¿Volverías a trabajar en Súper 8?

—En Arrebato acabé con mi etapa de Súper 8, metí lo que había hecho, los usé en la película, como película dentro de la película, lo que veía la gente allí dentro mientras tú les estabas viendo. Lo que veían ellos era crudo, el Súper 8 da ese contraste porque en término de textura y grano, cuando lo proyectas, es crudo. Crudo y mudo, tiene límites dentro de lo que es el lenguaje visual. Es pequeño, se rompe, no se puede montar. Puede servir en circunstancias determinadas.

—Por lo visto, el único medio plástico con que no has experimentado es el vídeo?

—Me encantaría que me encargaran un videoclip musical. Ya los he hecho, pero hecho en cine, hace mil años, cuando hicimos lo del Último grito para la tele; en realidad estábamos rodando videoclips cuando aún no había. Me encantaría tener un aparatito y rodar un rato en plan casero. Me falta meterme en cosas de vídeo y computadora para tener una idea de las capacidades tecnológicas. Pero realmente no es lo mío. Lo mío es el cine. Cine. Algo que tiene que ver con todo eso, y que más me ha dejado pasmado últimamente, es la secuencia del sueño en Twin Peaks. Cómo es el sueño. Es total. Bueno, bueno. Qué inquietud. Los pelos de punta, completamente. Qué miedo, qué todo, qué fantástico. Está rodada hacia atrás, marcha atrás. Por eso es todo tan absurdo. Me dejó…, me ha desconcertado mucho. ¿Qué ganas tengo de hacer cine. Volviendo a lo que te decía, lo del sueño de Twin Peaks. Es algo monstruoso. ¿Viste Eraserhead? Me encanta David Lynch.

—¿A quiénes más incluirías en una lista de tus cineastas preferidos?

—Bueno. Antes de todo y como el no va más, Buñuel, El Angel exterminador. Qué película. No sé cuántas veces la he visto y siempre me deja estupefacto. Luego, a ver…, sí El hombre tranquilo, de John Ford. Qué belleza de película. Me gusta mucho Wim Wenders, ¿has visto El cielo sobre Berlín? Qué bueno. Y Luna de Bertolucci, hay unas secuencias en Luna que son brillantes, impresionantes. Ah sí, À bout de souffle, de Godard. Una película irrepetible, fantástica…

—Sorprende un poco tu inclusión de Ford, por su sencillez y apego a lo narrativo.

—Pero eso es lo magnífico, lo magistral de él. Cómo te cuenta una historia aparentemente sencilla, humana y perfecta, y luego con toda la brillantez visual del cine. Estará siempre en lo que hago, pero quiero enfrentarme con el drama, con carne y sangre, vamos. Quiero trabajar con actores. Y me gustaría trabajar con guiones, con las posibilidades de narración sin fuegos artificiales… Arrebato tiene una base de guión bastante sólida, y Párpados, que hice el año pasado para la televisión, también, aunque fue difícil. Tengo verdaderas dificultades para escribir guiones. Desde Párpados ha sido algo horroroso, completamente terrible, cien mil historias tiradas a la papelera, como en esa escena en The Shining, de Kubrick, cuando Jack Nicholson está escribiendo y escribiendo siempre el principio. Imposible. Puedo atascarme mucho. En este sentido quiero trabajar de encargo. No tengo que tener talento de escritor, aunque lo sepa hacer. Lo digo para ver si alguien me ofrece un guión. De hecho, me han ofrecido hacer una cosa de media hora para una serie de televisión que se llama Enigmas, que son trece, creo, capítulos, cada uno dirigido por un director y los guiones hechos aparte.

—¿Tienes alguna opinión sobre el fenómeno Almodóvar?

—Las primeras películas de Almodóvar eran experimentales en temática, pero en lenguaje no. Más antes que ahora, probablemente, a él siempre le hubiese encantado hacer grandes melodramas completamente tradicionales, igual que mi sueño como género siempre ha sido hacer un musical americano. Fíjate qué absurdo, ¿qué estoy haciendo aquí, soñando con un musical americano? Quiero decir que lo de Pedro es excepcional. Económicamente, vamos: es una locura lo que gana Pedro con sus películas. Con la fortuna que ha ingresado con las dos últimas, tendría que remeter el dinero, debería producir a gente, a otros, claro.

—Ha pasado una década para que tu manera de ver cinematográficamente sea más entendida y aceptada.

—Con el cine yo pienso en el público mucho; no quiero hacer una película abstracta para cuatro, aunque me salga una cosa que en el momento el público crea muy rara. Con los carteles pienso en dar en una imagen, la síntesis de una película. Con mis cosas gráficas no pienso en el público nunca, las hago para mí. Pero lo mío es el cine. Lo más. El máximo. Eso es lo que yo quiero hacer, con la dramaturgia incluida, vamos.

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