Críticas de ‘Último grito’ en ABC

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Referentes a la primera temporada (mayo-diciembre de 1968), todas ellas muy favorables. Se destaca desde el principio su ritmo, su originalidad y su calidad, de «rango internacional».

Domingo 26 de mayo de 1968 (cuatro días después de la primera emisión):

La gran parcela de la «nueva» juventud estaba abandonada en Televisión Española. Si acaso se le daba música como si la música fuera el específico tranquilizante para todas las inquietudes. Porque esa juventud las tiene. Y hondas. Ahora Televisión Española 2 ha iniciado un programa previsto para cultivar los gustos e inquietudes de esa parcela juvenil. El programa se titula «Ultimo grito» y es un espacio joven para un público joven. Enhorabuena. Lo que vimos nos pareció ágil, vivo, moderno. ¡Moderno, por fin…! Iván Zulueta es el realizador sobre un guión de Pedro Olea; guión ágil, muy televisivo y directo que Zulueta tradujo en imágenes informativas y correctas, bien montadas por Luis Peláez. Nacho Artime es el encargado del «Ataque a…», dedicado el miércoles a «Los Brincos».
«Moncho Street» con sus «drugstores» y sus «posters», la música, el pensamiento, la alegría de esa juventud en transformación cuyo fenómeno es importante, estuvo en «Ultimo grito», que, de salida, llamó ya la atención. Y eso es algo… La agilidad y novedad de la presentación del programa, a cargo de Judy Stephen; la valentía de las preguntas y la sinceridad de las contestaciones de esos jóvenes; todo, en fin, de «Ultimo grito» respira novedad, frescura, ausencia de convencionalismos y tópicos. Nada nos agradaría más que las bondades intuidas en el primer programa se mantuvieran, creciendo cada semana, y la masa ingente de jóvenes «nuevos» encontrara en Televisión Española ese espacio que faltaba y tanta falta hacía.

Domingo 23 de junio de 1968:

No hay duda que el programa es el hombre y que el «hombre» hace el programa. Si tuviéramos alguna reserva acerca de ello, «Ultimo grito» la desharía. Se tiene o no un concepto «joven» de las variedades, o un concepto caduco, como se tiene o no sentido de la música, del periodismo, de la pintura, del teatro y de los toros, aunque no se sepa componer, redactar, pintar ni torear… Para «hacer» un programa de variedades en televisión no basta con promocionarlo a base de «ganchos» en la Prensa anunciando quienes van a actuar, si después, en el programa, lo hacen de manera «vieja», porque todo el ritmo del programa es viejo. Y al revés; no hace falta decir quiénes actúan si después, en el programa y todo el programa responde, efectivamente, a la eficacia de un sentido, de un ritmo, de un concepto realmente nuevos en el trillado y generalmente aburrido panorama de las variedades en televisión. Tal sucede con «Último grito».
«Último grito» nos sorprendió el mismo día de su presentación, y lo dijimos. Nos sorprendió por su dinámica, por el concepto «in» de las cosas y de la televisión misma. Nos sorprendió por su lozanía, por su ritmo. Por su ritmo, sobre todo. Y por la carencia absoluta de tópicos formales y de fondo. El miércoles volvimos a ver «Último grito». Aquel impacto de hace pocas semanas se reprodujo ahora, acrecido. Un impacto que comienza en la mismísima presentación del programa, donde priva, sobre todo, el ritmo. Nada ni nadie interrumpe la acción del todo; nadie. Ni siquiera la presentadora —Judy Stephen—al decir quiénes van a actuar y cuáles van a ser las partes del todo en el espacio, porque nada ni nadie debe interrumpir la dinámica de un programa, ya que en eso, precisamente, está el secreto. En eso y en la ausencia total de adonismos, en la carencia absoluta de valores «personales», que debe tenerlos, claro, pero no «personalizados» en éste o en aquél, y en la entrega total, en cambio, al programa como conjunto, cuyo guión debe pensarse mucho para que parezca que es improvisado. «Ultimo grito» nos trajo el miércoles al fotógrafo Alberto Shommer y su modo de trabajar, que nos explicó «sobre la marcha». «Ultimo grito» es un programa muy de ahora, muy sincero… Y trepidante, pero no descoyuntado; al contrario. Pedro Olea es el director; Iván Zulueta, Diego Ubeda, José Luis Peláez, Nacho Artime y José María Íñigo, sus colaboradores. Un conjunto cualificado y homogéneo, que da a «Ultimo grito» su verdadera dimensión televisiva. La pena es que media hora es poco… TVE 2 debería concederle más tiempo, porque «Ultimo grito» es, de verdad, un auténtico programa de variedades «en» televisión… un auténtico programa de rango internacional.

Domingo 24 de noviembre de 1968:

«IN»

«Ultimo grito» es la expresión más cabal, gozosa, eficaz y alegre de televisión moderna que existe en TVE. Desde la rotulación, que puede ser modelo de montaje e intención gráfica, hasta la despedida, «Ultimo grito» es un carrusel dinámico, alegre, trepidante y, lo que importa sobre todo, un programa lleno de sugestiones con arreglo a una idea que ha ido superándose en hora buena. Pedro Olea, autor del guión y director, e Ivan Zulueta, realizador del programa, han encontrado la fórmula ideal, equilibrada y nada atosigante que expresa aquello que quieren expresar dentro de una línea joven que va desde la raíz del programa a su expresión televisiva, pasando por la naturalidad y suficiencia de sus presentadores, Judy Stephen y José María Íñigo. Hace falta, además, una enorme vocación, constancia y entusiasmo para renovarse cada semana y estar «in» en todo, pese a que —suponemos— la audiencia de «Último grito» debe ser mínima por coincidencia en el canal de VHF con «Los invasores». Este problema de las coincidencias sigue vigente en TVE con daño para la propia televisión y, por supuesto, para los espectadores.

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