Antón López: ¿A qué crees que se debió la fallida explotación comercial de Un, dos, tres… al escondite inglés? Se retrasó un año y su exhibición se limitó a salas de A. y E…
Jaime Chávarri: No la quería nadie, no se vendía ni pa’ Dios la película. Yo creo que la película, que ahora te puede parecer que tiene gracia, el recuerdo que tengo de verla es que era muy muy muy amateur, con unos playbacks que estaban bien, pero con un desarrollo de guión —mea culpa—, y con unas interpretaciones y con muchas cosas muy amateur. O sea, muy por debajo, aunque tuviera otro tipo de gracia —que no sé si la tiene porque no me acuerdo—, de otros productos de ese tipo que se estaban haciendo en España al mismo tiempo. Es el recuerdo que tengo…
Antón López: Sin embargo tuvo buenas críticas, que de hecho en varias ocasiones señalaban que habría tenido mejor vida de haberse estrenado en salas comerciales.
Jaime Chávarri: Pues yo lo que no veía en la película, claro que hace muchos años, era esa cosa como de poderla igualar con el concepto que yo tenía entonces del cine que se estaba haciendo en España. Me parece que había ideas, que seguramente la película tenía un lado provocativo, pero que formalmente no… A mí cuando la vi el día del estreno, porque no la he vuelto a ver nunca, no me funcionó… Pero yo también estoy siempre muy en contra de lo que hago, o sea siempre soy muy hipercrítico de lo que hago, entonces…
Antón López: Otro de esos trabajos poco circulados actualmente es Estado de sitio (1970), si no me equivoco tu primera filmación en 16 mm, producida por Borau y con cartel de Iván…
Jaime Chávarri: No sé si se llegó a hinchar incluso, creo que sí, quedó horrible, quedo un color horrible y una calidad… Ya era mala, pero quedó… Sí, Estado de sitio lo produjo Borau. Horrible cortometraje que no sé cómo pudo ganar el premio en Bilbao. Y además fue muy gracioso porque en aquella época estaba en la comisión de censura una compañera del colegio del Pilar, que dijo: «La película de Chávarri es intolerable pero no tenemos a qué agarrarnos para prohibirla». Pero no era voluntario tampoco, no sabía que se notaba tanto que era tan impresentable. Era impresentable pero en otros sentidos (risas).
Antón López: En ella interviene como montador un futuro colaborador tuyo y de Iván, Augusto M. Torres. ¿Qué relación tenía contigo y con Borau el productor de Leo es pardo y Arrebato?
Jaime Chávarri: Conmigo mucha, porque nos habíamos conocido en un festival de Valladolid hacía muchos años y habíamos visto juntos una película de Bresson que se llamaba Au hasard Balthazar, y no había visto nunca nada de Bresson, no lo conocía…
Antón López: ¿La del burro?
Jaime Chávarri: La del burro. Me quedé obnubilado. Y Augusto era un gran admirador de Bresson, que para mí era desconocido. Me acuerdo que le traje en coche a Madrid a la vuelta y ya empezamos a hablar de cine y nos hicimos amigos de siempre. Luego Borau me ofreció una cosa de publicidad y yo llevé a Augusto de ayudante, pero yo creo que Augusto y Borau no tuvieron más relación que esa.
Antón López: ¿Es cierto que en esta época colaboraste con Jesús Franco en el guión de Las vampiras / Vampyros lesbos?
Jaime Chávarri: No, nada que ver, pero hay una historia mucho más curiosa. Jesús Franco nos encarga a Antonio Gasset y a mí que le escribamos un guión de terror. Nos paga diez mil pesetas, o cinco mil a cada uno, y le escribimos Dr. Jeckyll y Ms. Hyde. Era una historia, no me acuerdo si de que el Dr. Jeckyll se convertía en señorita cuando se bebía la pócima, o si la señorita se convertía hombre cuando se bebía la pócima, pero iba de eso. Ese guión se lo entregamos a Franco y desapareció; y cuatro o cinco años más tarde aparece una película de la Hammer estupenda, que se llamaba Dr. Jeckyll y Ms. Hyde [*Seguramente se refiere a Dr. Jekyll and sister Hyde, 1971] y era exactamente la misma historia. Y nunca supimos si fue casualidad o que este le vendió a la Hammer el proyecto por cinco mil pesetas más, porque no sería más, y ellos lo desarrollaron. Es una historia que me ha llamado la atención porque me gustaba mucho ese guión, porque era darle la vuelta al mito de Dr. Jeckyll con un cambio de sexo de por medio, entonces claro, las posibilidades que eso le permitía al personaje eran infinitas. A veces en algunas filmografías sale un guionista de una película de Patricia Adriani rodada en Latinoamérica que no me acuerdo como se llama [*Oro rojo], que tampoco tiene que ver conmigo, algo de tráfico de sangre o de algo así. Pero está bien, que haya cosas que se te atribuyan que no sean verdad, sobre todo de esta calidad, es una cosa estupenda (risas).
Antón López: Pasamos a la siguiente sección que es de El desencanto…
Jaime Chávarri: Hay una anterior que es el Pastel de sangre.
Antón López: No la he podido ver aún…
Jaime Chávarri: Ni yo, y más te vale (risas).
Antón López: La que sí he visto que es la de Cuentos eróticos.
Jaime Chávarri: Joder…
Antón López: Tú eres el primero, me parece genial tu aparición, en el metro, sales mirando a cámara con un pitillo en la boca…
Jaime Chávarri: (Risas) Esa parte la dirigió Berlanga, el hijo, José Luis Berlanga, pero el proyecto era de Berlanga. Nos dijo: «¿Por qué no hacéis una película guarra?», ya sabes…
Antón López: La verdad es que tu capítulo es bastante rompedor…
Jaime Chávarri: (Risas) Era con la hermana de Ana Obregón, me parece, o algo así… una historia rarísima.
Antón López: Parte del carácter legendario de El desencanto es su fotografía en blanco y negro…
Jaime Chávarri: Su múltiple fotografía en blanco y negro, porque además eran varios operadores que no tenían nada que ver unos con otros, y encima la copia que ahora circula está hecha con los mejores trozos de las mejores copias, con lo cual ya ese lado de puzzle que tiene la película se ha multiplicado y funciona estupendamente. La vi en México y no reconocía la foto, sabía que la foto no era así… pero decía «Joder, qué bien funciona esta mezcla de tiempos, de fotos». Estaba muy bien.
Antón López: Según comentas fue para ahorrar costes de producción. ¿De verdad fue así?
Jaime Chávarri: Es que no sabíamos si iba a salir una película. Era una película hecha en vacío. Elías estaba rodando Pascual Duarte al mismo tiempo y yo no tenía equipo de Elías, tenía un operador y un ayudante de dirección, no tenía nadie más. Íbamos allí a ver lo que pasaba… De hecho cuando acabamos la película, hasta que no la vio Semprún que dijo «Joder, qué película más cojonuda» y tal… Ahí supimos si era o no era.
Antón López: Respecto a lo que comentaba del blanco y negro en El desencanto, dices que no eres un esteta, pero ¿no crees que gran parte del mensaje que viaja al espectador procede de las características del formato, como esa?
Jaime Chávarri: Pero ¿y si no lo elijo yo, y si yo ni siquiera elijo hacer la película, y si tampoco elijo el blanco y negro… dónde está el esteta? (Risas). Que saliera una cosa que estaba bien, eso es otra cuestión, eso fue suerte y que sí, que yo siempre había hecho fotografía y siempre tengo un ojo para mirar por un agujero, pero eso no quiere decir que para mí la estética sea lo que mande. Yo soy muy buñueliano y muy renoiriano, o sea a mí me gustan directores que no… Los que más me tocan son directores que no son estetas… Luego Kurosawa me entusiasma y es superesteta, o sea que depende… Es que no lo sé. Que luego de hecho el mensaje viaja así es indudable, pero eso es quieras tú o no, es una cosa que es independiente de tu voluntad. Yo por ejemplo cuando rodaba los planos de la casa de los Panero no tenía ni idea que iban a quedar tan bonitos… Eso lo rodó Luis Anchía todavía; claro, era otra categoría… Porque Teo, que era muy bueno, y que era de la escuela de Luis, inmediatamente se puso a hacer bordecitos de luz y mariconadas en cuanto Luis se murió. Y el otro era un tío encantador, que había hecho muchísimo cine pero que era cine de consumo sin ninguna pretensión. Y tuvo la enorme suerte que le tocó la escena del jardín italiano, que era donde menos falta hacía que la fotografía tuviera el más mínimo protagonismo; si Anchía se hubiera puesto a hacer virguerías ahí, igual no hubiera funcionado tan bien. Por eso digo que esas cosas no son voluntarias, te pasa porque te toca.
Antón López: Uno de los grandes personajes de tus películas y de las de Iván es la finca La Mata. ¿Solías ir a menudo con Iván y otros amigos? Comentas que se vendió y que ya no existe, ¿qué fue de ella?
Jaime Chávarri: La Mata era la casa de mi madre. Los fines de semana íbamos continuamente; era un sitio muy bonito que era gratis para rodar y te sacaba de estar rodando en un piso y tal. La finca se vendió, justo antes de empezar la crisis, menos mal (risas). No se derribó, sigue exactamente igual, los que la compraron tienen un absoluto culto hacia el lugar, la han cuidado muchísimo…
Antón López: ¿Recuerdas qué opinaba Iván de tus películas?
Jaime Chávarri: No lo sé, porque estaba tan implicado… Claro, él trabajaba de actor en las dos [Run, Blancanieves, run y Ginebra en los infiernos], y es que ni él ni yo les dábamos la más mínima importancia, no lo considerábamos siquiera underground, era cine amateur. De las posteriores sé que le entusiasmaba Las cosas del querer, siempre la llamaba «tu gran peliculón». Y sé que le gustaba mucho una película que yo tuve mucho tiempo perdida y que ahora he recuperado en Colombia, que es de la serie de García Márquez, el episodio que yo hice, que se llamaba «Yo soy el que tú buscas». La vio en televisión, me llamó emocionadísimo, que era lo mejor que yo había hecho, no sé qué, que qué buen rollo… La película era terrible porque era… Ahora me pregunto cómo me dejaron hacer en Televisión Española una película que, no es que lo fuera, pero se vio como una apología de la violación, y ahora cuando la vieron en Valladolid se me cayó el mundo encima, o sea la gente estaba indignada. En Colombia les parecía lo más normal del mundo, claro, como les matan un familiar cada dos días… Les gustó mucho, pero no había visto nadie esa película en veintitantos años. Conseguí una copia, que no la había tenido nunca y a mí no me pareció mal. Solamente se salió una señora durante la proyección, y le estaba encantando, ¿eh?, pero decía que no podía soportar las escenas de la violación. Yo decía: «Mira, tú entiende que si yo hago una película sobre la violación no voy a hacer una elipsis sobre la violación», no tiene ningún sentido. A la única que le gustó en Valladolid fue a Hanna Schygulla, fíjate… Todo el mundo la puso verde, todo el mundo que eso era una apología de la violación, y además parecía que la serie a la que pertenecía no era demasiado brillante, con lo cual se contagió también un poco de todo lo otro… Pero a Hanna Shygulla le gustó mucho (risas).
Antón López: ¿Encuentras conexiones entre Los viajes escolares y Arrebato, más allá del escenario, cómo por ejemplo la familia casi esquizogénica de Pedro?
Jaime Chávarri: Puede ser, porque además yo creo que a Iván, que le gustaba mucho La Mata, creo que el sitio influyó para hacer Arrebato. O sea, seguramente si no hubiera conocido La Mata, Arrebato sería otra película, ¿no? Y el hecho también de que en La Mata había un señor con una cámara que era yo, o sea que todo esto está ahí…